No nos pudimos resistir el otro día en El Marino-Port. Conocedores como somos de que en unas semanas será más difícil encontrar erizos, nos acercamos a la vitrina y allí estaban; moviendo sus espinas como queriendo entrar en órbita para ser volátiles. Y cual naves espaciales, regresar a su planeta submarino.
Fue en ese momento cuando Robert, al ver que desenfundaba la Nikon, se prestó a hacer los honores. Sacó la bandeja de eriçons (en Dénia) y bogamarins (en Xàbia) y la situó sobre la barra a merced de los leds.
Entonces se produjo un espectáculo maravilloso. Las bolas oscuras se hicieron verdes, moradas, castañas... ¿Quieres más contraste? Debió pensar Robert. Y a continuación abrió uno de aquellos pequeños seres y la cámara enloqueció: enfocaba y desenfocaba en un frenesí cromático.
Belleza y sabor. El Marino Port en esencia.
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