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Sí, es cierto. No somos de la generación que creció con la tableta, internet, o el smartphone. Ni tan solo con la Nintendo. En El Marino Dénia sabemos de qué hablamos. Fuimos esos niños, adolescentes y jóvenes que una vez disfrutamos con las máquinas de vídeo juegos de Sao Paulo, unos recreativos que tuvimos pegados al Marino Port durante décadas.
Allí nuestros amigos venían a jugar al ping pong. Aprendimos todos a golpear la bola con el taco, en el billar de carambolas, y lo pasamos bomba con las máquinas de marcianos y naves espaciales a 25 pesetas la partida (sí pesetas). Todavía hoy recordamos cuando la pelota de ping pong salía volando por el balcón del primer piso y rebotaba contra la Oficina de Turismo de Dénia.
Eran otros tiempos. Quedábamos los fines de semana y allí nos dejábamos la paga de padres y abuelos. Nosotros, en El Marino, crecimos con la familia Ronda (Sao Paulo) y un día dejamos de jugar para meternos pronto en la cocina o detrás de la barra.
Sí, es así. Fue así. Nos hicimos grandes con los dibujos animados de Arcade y Atari en aquellos monitores de colores. Fénix, el Come Cocos o los combates de karate vivían con nosotros, pared con pared. Hoy, treinta años después, nos habéis pillado nostálgicos.
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