Aventuras bajo la luna de Dénia

La luna nos seguía en cada paso entre el mar de Dénia y el paseo marítimo. Al acabar la noche nos esperaba El Marino
La luna nos seguía en cada paso entre el mar de Dénia y el paseo marítimo. Al acabar la noche nos esperaba El Marino

Solíamos realizar las excursiones nocturnas en noviembre, antes de la llegada del frío invierno. Las luces de las casas más cercana a la playa de la Marineta Cassiana nos indicaban el camino y una enorme luna nos guiaba. El más avispado traía un radiocasete, con aquellas cintas de rock de los ochenta que habíamos heredado de los hermanos mayores. Unos soportes auditivos que ahora parecerán prehistóricos para los jóvenes, acostumbrados a llevar la música en los teléfonos móviles.

 

Nos parábamos delante de las casas señoriales del Cementerio de los Ingleses e imaginábamos historias de terror. Un perro ladraba y la adrenalina y el nerviosismo se acrecentaban. Después eran las olas las que sonaban en nuestras cabezas y el miedo parecía surgir del mar, entre las rocas, en la orilla...

 

Una noche nos adentramos en un refugio de la guerra y permanecimos inmóviles en su interior con la intención de escuchar voces del más allá. Metidos en gabardinas y abrigos regresábamos a Dénia tras el largo paseo. Algunos hacíamos la parada en el Marino Port y allí, en la ventana del bar, comentábamos la aventura.

 

Parece que fue ayer. Después llegaron, las motos, los coches, las parejas y los compromisos... El Marino sigue en su sitio (renovado) y un nuevo Marino se ha consolidado en los últimos años en el inicio del paseo de la Marineta Cassiana. Dénia también son los recuerdos y los amigos que los protagonizaron.